Crucé

crucé

No comprendía lo que estaba sucediendo, no sabía hacia dónde me conducía lo que estaba pasando…

Me sentía en tierra desconocida y abandonada, sin linterna ni mapa, sin embargo, seguía avanzando.

Entre tanta incertidumbre, dentro tenía la certeza de que algo se estaba acomodando en mi interior. Que mi sabiduría interna sí sabía el propósito.

No dejé de tener miedo, pero el miedo no me haría retroceder al viejo lugar conocido, incómodo y saturado de infelicidad.

Podía no saber hacia dónde me dirigía, pero sabía perfectamente a dónde no quería volver y seguí,

Una pregunta me motivaba… ¿Qué hay después de esto?

Venía de un sitio atroz, me había quedado sin esperanzas de que nacieran nuevas flores ahí, de que algo mejorara, me rendí en una batalla innecesaria y desgastante.

Había decidido avanzar hacia cualquier otra cosa que no fuera lo mismo.

Callaba una y otra vez a esa voz saboteadora que me decía: «No hay nada mejor», «Ni lo intentes, sabes que volverás», «Ya has regresado antes, al primer temor», «Vuelve».

-¿Qué hay después de esto?- volvía a preguntarme y la curiosidad y el entusiasmo al cuestionarme, me hacían dar un paso más.

No sabía que había más allá, nunca quise averiguarlo por terror de que fuera peor, antes estaba segura de que así sería, pero esta vez no, Algo dentro y mi experiencia tan dolorosa, me decía que algo mejor había para mí, que merecía vivir otras cosas.

Y no paré… no me conformé!

Crucé, salté, escalé… unos días con llanto y otros con sonrisas, unas noches con temor y otras con una ferviente esperanza. Pero no me detuve, no regresé.

Hoy me agradezco y le agradezco…

Hoy festejo mi fortaleza, mi convicción, mi temple para salir de donde ya no quería estar, pero que contemplaba como el único lugar.

Hay más, mucho más… Y nunca lo hubiese sabido sin la valentía de descubrirlo, de crearlo.

Sé irme y sé sobre todo,que puedo volver a hacerlo en caso de ser necesario.

Aferrarme a la infelicidad, ya no es opción para mí.
Crucé, y cada día me lo aplaudo.

Kenny Pineda.

Honestidad y Comunicación

1

Asumirnos responsables por lo que otros sienten es control también, aunque te parezca difícil creerlo o aceptarlo.

Cuando nuestras acciones están limitadas por lo que el otro sienta, cuando no decimos lo que pensamos o sentimos para que el otro no se enoje, no se entristezca o no se asuste, estamos declarándonos responsables de las emociones y sentimientos del otro y no es así.

Yo no puedo controlar o hacerme cargo del sentir del otro, mi papel es expresar, comunicar, y el otro decidirá qué hace con lo que siente. De lo contrario, me limito y limito al otro.

Mostrar confianza en que puedo expresarme (asertivamente) también implica de cierta manera en confiar en que la otra persona sabrá elegir qué hacer con lo que siente, es decir, será responsable de sí mismo.

Y así, se unen dos personas responsables de sí mismas, declarándose independientes y con aptitud de manejar sus propias vidas y no con la necesidad de manejar la vida ajena.

La honestidad se practica primero con uno mismo.

La verdad nos libera, y libera a los que nos rodean. Si somos sinceros, los demás tienen la oportunidad de elegir qué hacen con esa verdad.

La verdad no tiene que ser cruel, no se trata de promover la agresión ni la imprudencia, existen formas de decir las cosas, pero la libertad de expresión es bellísima y ser honestos también es muy placentero; hagamos uso de ello.

Kenny Pineda.

 

Distintas caras, distintas historias, pero el mismo patrón. 

patrones

 

 

Si nos encontramos repitiendo un mismo patrón a pesar de saber que hemos trabajado en ello, muy probablemente es que la creencia limitante que lo sustenta siga ahí y no haya sido arrancada de raíz y sustituida por una creencia potenciadora.

Esa creencia sigue brindándonos una sensación o estado de, seguridad y/o placer que nos mantiene resguardados de algo que consideramos peligroso. Hay ganancias aun significativas en preservar esa creencia.

Mientras no seamos capaces de renunciar y soltar esa fuente externa de protección, seguiremos viviendo una experiencia similar a la anterior. Sin embargo, el expresar y auto-reprocharnos que tanto trabajo personal no ha servido de nada, es una mentira que decidimos contarnos para victimizarnos y no hacernos responsables, es una visión nada objetiva, ya que, aunque la experiencia sea parecida, nunca será la misma.

En la experiencia anterior aprendimos algo y modificamos. Hay ciertas cosas que ya no son iguales y por eso, la experiencia no puede ser -“otra vez lo mismo”-.

En esta experiencia similar, habremos de aprender una nueva cosa que hará que la siguiente sea diferente, aunque parecida.

Así, vamos avanzando en nuestro camino de progreso, a veces a pasos agigantados, otras tantas a paso de gallo- gallina, pero es imposible que siempre estemos en las mismas condiciones.

Claro, el trabajo personal nunca cesa, cuando creemos tener un tanto resuelto, aparece una nueva cosa que trabajar, pero uno decide si lo ve como una carga pesada o si lo vive como un nuevo experimento en esta hermosa aventura que es Vivir.  

Kenny Pineda.

 

Saber recibir; pilar fundamental de la abundancia.

Human Empty Hand, Outdoor

 

¿Por qué a algunas personas nos cuesta trabajo recibir?

Y no me refiero a recibir algo material necesariamente, puede ser también a recibir un abrazo, un elogio, apoyo o cualquier muestra de atención o cariño.

La respuesta está en aquello que asocias con el “recibir”. No lo pienses mucho; observa las palabras, las imágenes, las ideas que surgen cuando mencionas la palabra “RECIBIR”.

Algunos podemos asociarla con control: Cuando en nuestra infancia o aun siendo adultos, la o las personas de quienes recibíamos nos condicionaban o controlaban por medio de lo que daban. Ahí se instaló una asociación que representa vulnerabilidad ante el control que pudiera ejercer otra persona sobre mí, utilizando el dar como herramienta para llevarlo a cabo.

Hablando de vulnerabilidad, existen también los casos en que recibir nos coloca, por experiencias pasadas, en un lugar de deudor. Si quien nos proveía de lo necesario, nos manifestaba una cuestión de jerarquía y cuenta por pagar, iremos por la vida pensando que aquella persona que me da, más tarde cobrará lo que me dio. Se forma dentro de nosotros una idea de estar comprometidos a devolver el favor, olvidándonos de que el que da lo hace o debería hacerlo por el placer de dar sin esperar más tarde hacer un cobro, y que la intensión es responsabilidad de quien da. Aquí es cuando asociamos el recibir con compromiso.

Cuando existe una incomodidad al recibir y nos preguntamos ¿Qué he hecho yo para obtenerlo? Es entonces una cuestión de baja autoestima y por tanto una creencia de no merecimiento. Generalmente sucede por una educación que nos formó bajo la premisa de sólo si te portas bien o cuando haces algo bueno tendrás un premio, llevándonos a forjar una creencia de valer o merecer en base a lo que hacemos y o a lo que somos. 

Cerrarnos a recibir o recibir con esa sensación incómoda, crea una barrera ante todas las maravillas que pudiéramos estar obteniendo del Universo, cerramos posibilidades para lograr tener lo que en el fondo queremos y merecemos. Surge una incongruencia dentro de nosotros mismos que no actúa a nuestro favor a nivel energético, porque por un lado queremos, pero por otro no nos gusta o no sabemos recibir.

Es necesario abrir las manos y pese a nuestras experiencias pasadas, actualizarnos y saber que todo aquello que haya sucedido en relación al dar y recibir es sólo una parte de la historia.

“En mi presente puedo abrirme sin miedo a recibir todo lo bueno que el Universo tenga para mí, porque está bien, estoy a salvo y lo merezco”. Abrirme a recibir es abrir un canal por el cual puedo ser provisto(a) de muchas bendiciones.

Kenny Pineda.

 

Compatir

Dar y recibir
Dame lo que quieras darme de corazón, aquello que tenga más que ver con la satisfacción de entregar, que con la satisfacción de recibir o cobrar… 
Dame lo que quieres, pero dámelo con amor… no incondicional, no sin reciprocidad, pero sí con esa sensación de compartir y no de despojarte, no quiero tampoco cheques en blanco, ni que intentes comprar mi simpatía, atención, cariño o agradecimiento, porque no tienen precio… No quiero reproches ni adquirir un sentimiento de culpa por lo que das si tú decides darlo…
Si bien es cierto que me gusta recibir, muchas veces no sé cómo hacerlo porque pienso en la recompensa que tendré que entregar por un favor que no pedí o por el deseo que alguien más quiso cumplir… y mi objetivo es romper con este esquema que me limita y le quita esmero a quien me ofrece o me sorprende.
No intentes lavar culpas con el agua sucia del «te doy para aminorar este sentimiento incómodo», no me des para compensar tu ausencia, tu indiferencia o para invisibilizar los errores.
Dame por dar, por verme sonreír, por sonreír conmigo, porque me lo merezco, y no pases la factura después.
Pero sobre todo, dame de tu amor, de tu cariño, de tu tiempo, tu apoyo, tu empatía… 
Si me conoces, sabes que las cosas más valiosas para mí son los momentos compartidos; una taza de café, una buena conversación, una sesión de risas, un paseo, un abrazo, una carta, una llamada, cantar una canción, un detalle que aunque parezca pequeño, para mí es gigante…
Compárteme de ti… ¡Ese es mi mejor regalo!
Kenny Pineda.

 

El monstruo del apego va disfrazado de amor.

 

mascara

 

Urge desenmascarar al monstruo del apego, va por ahí disfrazado de amor causando sufrimiento. Va por ahí aletargando consciencias con una dulce loción efímera que termina por apestar vidas.  Va y viene infectando heridas del pasado, heridas profundas que no hemos sanado.

Usa máscara de afecto y capa de héroe, va repitiendo que no eres suficiente, pero te promete que él lo arreglará. Si te encuentra, seguro te acaricia y luego, te muestra los colmillos, y ruge, ruge fuerte hasta hacerte temblar de miedo, te susurra al oído que su nombre es “Amor” y te exige que le alimentes, pero no tiene hartazgo, después, te clava un puñal por la espalda y al verte agonizar, retoma la estrategia y te abraza.

No le creas, no es “El Amor”, es el monstruo del “Apego” al que nunca nada le mantiene satisfecho… ni el placer ni el sufrimiento, siempre pide más. Lleva con él un morral, dentro hay un frasco con etiqueta de “Píldoras de felicidad”; no es más que droga comprimida con sabor a azúcar, te entretiene con una de ellas por un rato, hasta que ruegues por tu siguiente dosis, dispuesto o dispuesta a lo que sea por obtenerla.

Con su sonrisa seductora te convence de que te quedes un poquito más, te muestra todas las razones por las cuáles no es posible dejarle, te maquilla de culpa, de impotencia, de ineptitud y te para frente al espejo, donde no puedes ya reconocerte.

Se acuesta a tu ladito en el asfalto, te conduce a recordar el pasado, sobre todo esas partes lastimosas de él, te lleva a imaginar el futuro, sobre todo el futuro catastrófico, te expone fantasías terribles, panoramas oscuros si te alejaras, saca un mapa de su morral que más que un mapa parece un laberinto cuyo destino es algo o alguien más que no eres tú.

El apego es un monstruo fuerte pero no invencible. Se esfuerza por hacerse pasar por el amor y llega a engañar a varios, pero por más que intente ser lo que une, siempre, siempre, será lo que nos separe, sobre todo, de nosotros mismos.

Kenny Pineda.

 

¡Nuestro mejor recurso para resolver problemas, es la PAZ!

paz

 

En aquellos momentos en los cuáles surge un problema o situación a resolver, nuestra reacción y actitud aprendida es la de la agitación, preocupación y ansiedad.

Hemos adquirido ciertos patrones de conducta basados en las enseñanzas verbales y no verbales de las personas más cercanas, de aquellas personas que representaron y siguen representando un modelo importante, sobre todo en nuestra infancia.

Yo, generalmente voy a responder a los conflictos, a los problemas o a situaciones complejas, como vi que mis padres o tutores lo hicieron.

¿Qué hemos aprendido de esto?

Que, si no te preocupas, no es importante para ti. Que, en medida de tu ansiedad e inquietud, será tu interés, y lo podemos comprobar con muchos ejemplos.

Nadie nos enseñó que para encontrar una solución efectiva a lo que nos acontece, es preferible y, sobre todo, necesario, estar en calma. De hecho, es sumamente criticable que tú, pases por circunstancias adversas y en vez de estar acongojado, salgas a caminar, a pasear, a divertirte. Que te alejes del problema para verlo desde una perspectiva mucho más amplia, esto sería entendido como “No estás haciendo nada por resolverlo”.

La incongruencia se hace presente al querer obtener algo que no estamos siendo. Un problema busca solución para acercarnos más a la tranquilidad, pero pretendemos tener paz, sin ser y hacer paz. SER – HACER – TENER es la regla invariable, que creas o no en ella, se cumple.

No puedes tener lo que no eres, no es posible atraer y materializar algo con lo que no resuenas. La Vida no va a darte lo que quieres, la Vida va a darte más de lo que ERES, más de lo que HACES.

“Ningún problema puede ser resuelto en el mismo nivel de conciencia en el que se creó.”

– Albert Einstein.

Cuando cambiamos esta programación o modelo, cuando ELEGIMOS esta nueva perspectiva para resolver una dificultad, al principio puede parecernos una conducta desleal y apática. Desleal a la enseñanza de nuestros más próximos y los encargados de nuestra formación en la infancia, ya que no estamos cumpliendo con el modelo seguido por generaciones y generaciones. (No somos conscientes de ello). A esto se le llama “Lealtades ciegas”.

Estamos muy acostumbrados a conducirnos con conmoción ante las complicaciones de la vida. No concebimos cómo alguien puede estar tan tranquilo ante una montaña de complejidades. Asociamos el tiempo que dedicamos a la preocupación, con la necesidad de resolución, con la importancia que tiene el asunto, y lo cierto es que nada resolvemos desde la preocupación, desde el desasosiego. El miedo y la ansiedad, tienden a bloquear las soluciones, nos nublan la visión.

Por el contrario, para hallar la respuesta que vamos buscando, es preciso disminuir la densidad, despejar la mente, nivelar nuestro estado emocional para que nuestra razón funcione óptimamente.

Las soluciones emergen fácilmente y de forma natural cuando estamos en paz.

La pesadumbre se enfoca en el problema, el problema se alimenta de la agitación emocional que surge y por tanto, el problema crece. En cambio, la paz se enfoca en la solución, se alimenta de la confianza en que “hay recursos para resolver lo que se presenta en el momento que se presenta”, consecuentemente, las soluciones aparecen, crecen y se encuentran a total disposición.

Entonces, si cada que surge una situación adversa o inesperada en tu camino, te preguntas ¿Qué hago?, la respuesta principal es:  SER PAZ; GENERAR LA CALMA EN TI.

Utiliza los recursos naturales que tienes a tu alcance, recurre a tus fuentes principales de energía, es decir, a las actividades que te gustan, que te generan placer.

La creatividad es imprescindible para la resolución de conflictos. La creatividad surge de una mente gozosa, no de una mente caótica. Las turbulencias mentales generan más desorden y hasta destrucción. Una mente en calma, tiene mayores posibilidades de admirar el paisaje completo y corregir los detalles necesarios.

No me lo creas, ponlo a prueba, ¡Practícalo! Intégralo a tu vida si te funciona, remplaza tus viejas formas de conducirte por unas nuevas y más benéficas para ti.

-Kenny Pineda.

 

 

La Vida no nos quita cosas, nos prepara para algo mejor.

F100004567

 

LA VIDA NO NOS QUITA COSAS, NOS PREPARA PARA ALGO MEJOR.

La vida nos preparaba para algo mejor, mientras llorábamos y nos enojábamos porque no entendíamos cómo la Vida cambió…

Las situaciones que implican dolor, también implican crecimiento, y esto me permite darme cuenta de que, por más que ame a una persona y valore ciertas cualidades en ella, ya soy capaz también de soltar cuando los costos se elevan por encima de los beneficios. Ya no me quedo por lo mucho que amo a alguien, ya se irme por lo mucho que me amo a mí misma y por lo mucho que valoro mi tranquilidad.

Aferrarme a algo que no me beneficia, ya no es opción. Practico Soltar!

De primer momento e inevitablemente, el lado muy humano sale y me dan ganas de -mentar madres-, seguirá pasando en ciertos momentos seguramente, hasta que el propio proceso me lleve a aceptar que las cosas pasan de manera perfecta y que esto tenía que suceder así, que no había otra forma… Que la gente que tiene que alejarse, se aleja, las circunstancias o los motivos son sólo una variable, una de tantas posibilidades para al fin, retirarse si así tiene que ser.

Estoy entendiendo que no se trata de no tirarse al piso, ¡se vale! Se trata de no quedarse ahí y ver más allá, aunque al principio sea por momentos, instantes de bendita consciencia. Alargar esos momentos hasta llegar a la aceptación de lo ineludible el el objetivo.

Aceptar para poder soltar!

LA VIDA NO NOS QUITA COSAS, NOS LIBERA!

Kenny Pineda.

Alguien que no me condicione su amor por equivocarme

manos en mi corazón

 

Hace no mucho, en una conversación con alguien a quien quiero mucho, escuché una frase que llamó mi atención y me llevó a reflexionar.

La frase es: “Quiero estar con alguien con quien sepa que puedo equivocarme, que puedo cometer errores y que esto, no condicione su amor o su aceptación.”

Y pensé: Yo también quiero estar con alguien con quien sienta naturalmente la libertad  de errar porque soy un Ser humano y sentirme con la tranquilidad de que de eso no dependerá el amor, la aceptación y la aprobación, es decir, que no por “regarla”, deje de amarme, de aceptarme o me repruebe totalmente por ello, y esa persona quiero ser yo”. Lo demás, vendrá por añadidura.

Pero una vez más, buscamos afuera eso que no alcanzamos a ver como una necesidad de la que uno mismo es responsable de cubrir. Nos llenamos de frustración por no encontrar ´fuera´ aquello que nuestro Ser, solicita de nosotros mismos. Es sólo una forma que tiene nuestra propia sabiduría de susurrarnos: “Eso que pides de otro, es lo que necesitas darte”. Si te lo dieras a ti mismo, no sentirías la necesidad o NECEDAD de exigirlo de alguien más. No sentirías esa desesperación por hallarlo, y ese sentimiento de impotencia por no recibirlo de otro.

¿Qué sucede cuando nos equivocamos?

¿Quién es el primer crítico, el mayor juez, el qué castiga y reprocha por ese error?

¿Cómo es nuestra actitud ante un error propio?

¿Cómo podemos esperar que alguien nos mire con amor, compasión, comprensión, empatía si nosotros mismos no lo hacemos?

¿Debo dejar de equivocarme para amarme, para aceptarme, para aprobarme?

¿Es posible dejar de cometer errores o es más probable y mejor opción empezar a aceptar que voy a seguir -regándola- y que a pesar de ello me amo, me comprendo, me acepto?

No se trata de deliberadamente regarla o minimizar mis errores, no se trata tampoco de no pagar los costos o evadir las consecuencias de mis errores, se trata de verme como un Ser que vive una experiencia humana y que eso implica equivocarme, aprender, ensayar y a veces acertar o caer. Pero igual me amo e igual me acepto, porque yo, no soy mi error ni mi conjunto de errores, soy mucho más que eso.

Qué satisfactorio es vivir con alguien que no condiciona su amor, que no me dice; “Si te portas bien te amo, si te portas mal, ya no te querré.” ¡Esa persona soy yo!

Mi primera relación es la que tengo conmigo, esa es la que debo cuidar, ante todo, esa es la que debo procurar por sobre todas las cosas.

Alguien más no me hará quererme o aceptarme más. Quererme y aceptarme más sí me hará aprender a querer y aceptar a los demás. Quizá entonces, estamos tratando de hacer las cosas al revés. SER, HACER, TENER; la regla inamovible que aplica para todo, pero muchas veces no somos conscientes de ello.

Kenny Pineda.

 

Terremoto – Mi rescate

23244041_1983351355220396_5392250924597837402_n

Un terremoto me sacudió…

Pude sentir como caía una y otra parte de mí.

Veía romperse lo que ya estaba cuarteado, otras cosas que creía indestructibles también se fragmentaron.

Nubes de polvo, ruinas, verme ahí en el piso en pedazos, en pequeños trozos. Así me sentí; rota, deshecha, hecha polvo.

Me tomó varias semanas remover los escombros, hallarme entre ellos. La labor de rescatarme, de encontrar una señal de vida entre tanto caos fue muy cansada, de mucha incertidumbre, miedo, terror de no encontrarme, de hallar mi cuerpo sin vida; sin paz, sin alegría y sin pasión.

Me susurraba con fe: “¡Espera, resiste, pronto te hallaré, yo te salvaré!”.

Cada piedra que intentaba levantar, era una fracción de mi yo muerta, de mi yo vieja.

Dolía hasta el alma cuestionarme qué quedaba de mí entre tanta pedacería. Dolía hasta el alma dudar momentáneamente de mi capacidad de reconstruirme. Sólo veía pérdidas en ese instante.

Pensé en darme por vencida, otra vez ubiqué en mí, esa incómoda necesidad de ser rescatada por alguien más, sin siquiera levantar la voz para pedir ayuda. Supe entonces que, o pedía auxilio con un grito estrepitoso o me hacía cargo y empezaba la labor por mí misma de sacarme de ahí, de donde no podía ver la luz ni respirar.

Así fue como con calma, pero sin pausa, inició la acción de recuperarme.

Cansancio crónico, insomnio, ansiedad, angustia, miedo, enojo, tristeza, soledad, silencios… Creía que, finalmente cuando pudiera encontrarme, mágicamente sería feliz, podría respirar y empezar a gozar de nuevo, pero no. Cuando al fin pude verme, “yo, no era yo”, no la yo que fui antes del sacudidón. Una parte de mí había desfallecido, tuve una imagen deformada de mí, una muy abstracta que necesitaba ser renovada a urgencia. Yo no podía levantarme de ahí pretendiendo ser la misma, aferrándome a ser igual… Pronto, el fétido olor de mi yo muerta me desagradaría y la labor de renovarme sería inevitable e impostergable.  Más valía empezar, regenerar aquella parte de mí, que pudrirme absolutamente.

¿Que si hoy estoy totalmente reconstruida? No.

Estoy EN PROCESO DE RECONSTRUCIIÓN; ¡MUJER TRABAJANDO!

Aún sigo en duelo por aquello que de mí se fue, que fui y ya no soy, y de vez en cuando lloro por las pérdidas, pero ya no me obstino. Solemos encapricharnos con el pasado y dejar de disfrutar del presente. Nos conducimos como almas en pena, nos empeñamos a experimentar la agonía; sin ser ni dejar de ser, sin estar y sin marcharnos.

Elijo cada día recrearme, renovarme…  Estoy completa en mi hoy, pero cada día coloco una nueva pieza. Aprendo a dejar ir de mí lo que ya no quiero, lo que ya no me sirve, y no dejo huecos… Los llenos de mí.  Al menos eso intento.

Honro a la que fui, le agradezco… sin ella, hoy yo, no sería yo. Así como a la que -Soy hoy-, le agradeceré mañana; sin culpas, sin reproches, sin castigos fuera de tiempo.

Ese impactante terremoto trajo consigo una gran bendición, ¡RECUPERARME! A veces necesitamos perdernos para encontrarnos. Caernos para confirmar la fortaleza que tenemos de levantarnos una vez más.

¡Algo se muere por nacer, por renacer!

¡Hoy soy mi más festejada heroína! Por fin vencí esa ´puta´ NECEsiDAD de ser -rescatada- POR OTRO. Esa -puta NECEsiDAD- que se entregaba a cualquiera que le ofreciera ser anestesiada temporalmente-. Hoy mis necesidades son cuentas propias.

Elegí darme vida, darle un soplo de aliento a aquella que se basta a sí misma, que es suficiente, que merece, que puede, que logra, que usa un terremoto -interno-, como herramienta de evolución y no de lamentación.

Kenny Pineda

Anteriores Entradas antiguas